Psicoterapia Cognitivo conductual
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Preguntas Frecuentas

FAQ: Frequently Asked Questions

Esta sección ha sido confeccionada en atención a las preguntas, preocupaciones, dudas, que en general suelen hacer los consultantes antes de iniciar un tratamiento cognitivo conductual. Algunas de ellas remiten a experiencias frustrantes anteriores, otras a mitos, otras a inquietudes específicas. En los links psicoterapia breve, cognitivo conductual y cómo es el tratamiento se brinda también información puntual sobre el diseño de tratamiento y algunas de sus bases teóricas.

¡¿Yo al psicólogo?! Cuándo consultar


Disponible en:
http://www.youtube.com/watch?v=c0DSQ4soRQg&feature=related
Hay situaciones que desbordan nuestros recursos de solución. Si hemos intentado afrontar un conflicto sin resultado favorable, es posible que nos sintamos peor que si no hubiéramos  hecho nada. Es así que nos sentimos impotentes, angustiados, padeciendo grados de emocionalidad negativa siempre acordes a la importancia que atribuimos al   problema o que este tiene realmente. Se trate de problemas que configuren un diagnóstico psicológico  o episodios puntuales por resolver, la existencia de malestar y fracaso repetido en los intentos de solución, son indicadores para aceptar ayuda profesional. Empezar a respondernos los interrogantes sobre una terapia cognitivo conductual implica ingresar a una zona de información disponible, sobre lo que nos pasa y las soluciones posibles que la psicología científica puede ofrecer.

Leer más sobre pertinencia de la consulta cognitivo-conductual

Generalmente, la opción de “resolver” junto con el terapeuta, implica reconocer  una limitación y vencer varios  prejuicios, enfrentar mitos, dar también con “criterios” para elegir un profesional y/o escuela psicológica determinada. Pareciera entonces que emerge un nuevo problema: si la consulta psicológica tiene sentido,¿cuándo y dónde hacerla? Sabemos que a diferentes problemas, le corresponden distintos grados de incapacidad, a esta se le agrega la generada  por los propios y fallidos intentos de solución. De modo que estar triste y con preocupación por ello, no es agradable, pero es un buen síntoma si nos permite la clara  consciencia de que “algo” no está funcionando bien y que necesitamos ayuda. Es aquí donde comienza una saludable catarata de dudas, desconfianzas legítimas, pero también expectativas de cambio. Si bien no hay información que se reserve ante el paciente, el terapeuta está obligado a guardar “secreto profesional”,  quien consulta no (aunque muchas personas prefieren ocultar el hecho de estar en psicoterapia por los prejuicios existentes -entre otras razones que suelen existir-).
“En cualquier terapia psicológica científica, la clave del cambio está en el aprendizaje, por parte del consultante, de nuevas habilidades y estrategias que antes no estaban en su repertorio conductual o no ejecutaba  y que le permitirán solucionar su problema”, dice María Xesús Froján Parga (1998).

¿Qué es un tratamiento psicológico cognitivo-conductual?
En qué ayuda y cómo.

“Un tratamiento psicológico implica, entre otras cosas, escuchar con atención lo que el paciente tiene que decir y buscar qué aspectos personales, sociales, familiares, etc., son responsables del problema. También supone informar al paciente sobre cómo puede resolver los problemas planteados y emplear técnicas psicológicas específicas tales como, por ejemplo, el  entrenamiento en respiración o relajación, la resolución de problemas interpersonales, el cuestionamiento de creencias erróneas, el entrenamiento en habilidades sociales, etc. El empleo de fármacos no es parte del tratamiento psicológico, aunque pueden combinarse ambos tipos de terapia cuando se considera oportuno” ( “Documento de la Sociedad Española para el avance de la Psicología Clínica y de la Salud”. Siglo XXI. Noviembre de 2002.
Disponible en http://www.sepcys.org/Doc/DocumentoEficaciaTratamientos.htm).

Leer más sobre “qué es un tratamiento psicológico cognitivo-conductual?”

“Un tratamiento psicológico es una intervención profesional, basada en técnicas psicológicas,  en un contexto clínico (Centro de Salud Mental, Hospital, consulta privada, Asociaciones de personas afectadas, etc.). En ella un especialista, habitualmente un psicólogo clínico, busca eliminar el sufrimiento de otra persona o enseñarle las habilidades adecuadas para hacer frente a los diversos problemas de la vida cotidiana. Ejemplos de esto son ayudar a una persona a superar su depresión o reducir sus obsesiones, trabajar con una familia con conflictos entre sus miembros para que sepan comunicarse mejor, o enseñar a un adolescente a relacionarse con otros compañeros de modo más sociable y menos agresivo.
En resumen, los tratamientos psicológicos son aplicados por psicólogos clínicos, que son los especialistas en los problemas del comportamiento humano y que utilizan técnicas especializadas de evaluación (una entrevista, una historia clínica, tests y cuestionarios, etc.), y de tratamiento, cuya eficacia ha sido contrastada en diversas investigaciones científicas. El tratamiento psicológico puede llevarse a cabo con personas (una sola persona), parejas, familias y  grupos. Es posible combinar, según los casos y necesidades,  el formato de tratamiento; así, puede realizarse un tratamiento en grupo junto con sesiones de asistencia individual” ( “Documento de la Sociedad Española para el avance de la Psicología Clínica y de la Salud”. Siglo XXI. Noviembre de 2002.
Disponible en http://www.sepcys.org/Doc/DocumentoEficaciaTratamientos.htm).

Prejuicios sobre la terapia y sobre el terapeuta 

Triste  época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.”
Albert Einstein.

Sobre la terapia:

  1. no irá al fondo del problema.
    Las soluciones son de fondo sencillamente porque se modifica lo que al paciente le genera malestar previo análisis y determinación de las variables involucradas. Las  teorías explicativas del comportamiento humano constituyen entonces “un fondo” objetivo y racional, compatible con las  investigaciones actuales en psicoterapia; la combinación de ambas herramientas (evaluación e intervención) da curso a modificaciones estables en el tiempo.

    Leer más sobre “el fondo del problema” y la terapia cognitivo-conductual

    Es común la consulta de quienes llevan años en tratamientos tradicionales. Estas personas, desean cambios concretos y de “fondo” pero repiten un prejuicio muy instalado, incluso en nuestras academias. Las explicaciones sencillas que la ciencia da respecto de los problemas humanos son entendidas como “superficiales”. No se razona de este modo cuando, por ejemplo, frente a un dolor de cabeza se toma un analgésico o el médico  lo indica sin mayores explicaciones.  Además de contestarnos por qué y cómo se adquirió la sintomatología,  nos centramos en cómo ha de resolverse. La búsqueda de causas está regida por la utilidad que puedan proveer, es así que nuestra idea de “fondo” y “profundidad” del problema responde a la lógica de las teorías del aprendizaje y no a la subjetividad -que puede conducirnos a niveles altos de especulación-. Muchas veces se ha dicho que las terapias cognitivo conductuales son terapias del sentido común, ubicando con esto al terapeuta como un sujeto entrenado en hacer compresible el conflicto e intervenir en él de forma eficaz.

  2. soluciona el síntoma pero aparece otro.
    Cuando los sujetos adquieren nuevos comportamientos que no proporcionan malestar, y empiezan a “curarse” tienen más herramientas para resolver nuevos conflictos, que forman parte de la vida pero que no constituyen la repetición de lo que motivó la consulta inicial. Si el mismo conflicto reaparece, ocurre que fracasó la terapia, que no fue la indicada. Para evitar este problema el alta clínico se da luego de la fase de consolidación, cuando hay garantías de que el problema está resuelto definitivamente.

  3. Leer más sobre “soluciona el síntoma pero aparece otro”

    Suponer que el mismo problema aparecerá con otra “forma” es asignarnos como sujetos una instancia de disociación, donde existiría un núcleo oculto/usina de síntomas y malestar que desconocemos y que impulsa la aparición de problemas en la vida anímica. De hecho, cuando hablamos de síntoma, si somos más específicos, estamos refiriendo a que hay algo que subyace y emerge a la superficie mediante fuerzas desconocidas.
     Hoy la ciencia explica las formas del sufrimiento humano remitiendo a causalidades medibles, la mayoría de las veces, modificables. Hace al entrenamiento del terapeuta poder explicar con claridad y sencillez las fuentes que ocasionaron y sostienen determinado padecimiento, para ello no es necesario remitir a hipótesis especulativas, sino demostrables. Frecuentemente no toleramos la ausencia de explicaciones y atribuimos causas erróneas a nuestra conducta sintomática. Uno de estos errores de atribución, según la perspectiva cognitivo conductual, fue simpáticamente metaforizado por  Alejandro Dolina cuando dijo “hay alguien dentro mío que hace cosas en mí”. El uso crítico de la razón y el estudio de las Ciencias de la Conducta hacen que este tipo de “causa” sea refutada.
    La  hipótesis del desplazamiento del síntoma (su reaparición con otro formato), nos llevaría a suponer, por ejemplo, que si nos sacan una muela y luego nos duele el pié, el odontólogo no supo intervenir correctamente.

    Estos prejuicios, por falta de información, o uso de hipótesis no sustentables desde la perspectiva del método científico, están muy arraigados en nuestra cultura respecto de los conflictos psicológicos y no así en lo que concierne a las dolencias físicas que requieren tratamiento médico.

  4. es para “locos”
    Inicialmente es un prejuicio sobre la psicología, basado en el desconocimiento y/o en la reducción de la disciplina a las patologías psiquiátricas más severas y observables. Esta creencia es seguida, con frecuencia, de otra variable que imposibilita el acceso a la ayuda profesional: la autosuficiencia. El “atentado” a la identidad lo produce el problema, no la psicoterapia cognitivo conductual. La defensa de la autonomía , entonces, se convierte muchas veces en una consolidación de los conflictos que verdaderamente la socavan (por sí mismo el sujeto   no podrá resolver aquello que signa el síntoma psicológico: “no puedo no hacerlo”, “no puedo solucionarlo”). 

    Leer más sobre “es para locos”. Ver pdf sobre normalidad
    Bajar archivo:
    Trastornos psicológicos

    En http://academic.
    uprm.edu/~decaaryci/
    TrastornosPsicologicos.pdf

    En estos casos, el sujeto supone  que  la terapia generará un vínculo de dependencia, y hay razones para sostener este supuesto en una sociedad donde algunas terapias duran décadas.
    La autosuficiencia, capacidad de afrontamiento, es exactamente lo que reforzamos los cognitivos conductuales, por eso se insiste, también, en la brevedad de la terapia (sería paradojal y contradictorio que para incrementar la autonomía el tratamiento fuera largo).

Otros casos frecuentes que encontramos en clínica, es el de los sujetos  que consideran que la psicoterapia puede ayudarles y aún así, deciden ocultar que hacen terapia o temen iniciarla por el castigo que puede representar: el miedo a ser tratado de “loco”, este temor se corresponde también con la necesidad aprobación social que todos tenemos. Puestos a elegir, sin mayor seguridad sobre éxito del tratamiento, muchas veces se prefiere coexistir con el  problema a recibir la etiqueta de “loco/a” que algunos interlocutores podrían otorgarnos.
El miedo a estar enloqueciendo y el desconocimiento de los procesos que afectan la “normalidad” se ha convertido en una duda que atraviesa a la mayoría de los consultantes. Por supuesto que hay trastornos que podrían subsumirse a la categoría popular de “loco”, y que también nutren la agenda de cualquier psicoterapeuta, pero curiosamente, no constituyen el porcentaje más alto de la población clínica privada.  

Sobre el terapeuta:

“Si no lo vivió no me puede ayudar”.
Hay un elemento, muy importante en la  psicoterapia,  LA EMPATIA. Hace a la habilidad del terapeuta ponerse en el lugar de su paciente, conocer su funcionamiento, su personalidad, logrando que el sujeto, además de ser comprendido, se sienta cómodo en el transcurso de la terapia, porque en verdad estamos viviendo con él su  dolencia y evolución. Sin embargo, el registro de trabajo clínico, por parte del terapeuta, no es emocional; no estamos “solo compartiendo” el malestar,  estamos entendiendo ese sufrimiento para brindarle herramientas de solución.

Leer más sobre “Si no lo vivió, no me puede ayudar”

Este prejuicio se apoya en el lazo emocional entre sujetos que sienten identificación con quien padece (o ha padecido) algo similar, “como si” eso hiciera posible pasar de la comprensión a la modificación. Muchísimos grupos de autoayuda, tienen como coordinadores a personas  “curadas” de aquello que los participantes aún padecen. ¿Diremos entonces que estos grupos funcionan porque su dirección está a cargo de alguien que conoce “desde adentro” el problema? Según esta hipótesis un oncólogo además de haber padecido cáncer, debe haberse curado a sí mismo para luego curar a otro. Además, el compartir un mismo conflicto no conlleva necesariamente el mismo tipo de vivencia subjetiva, quienes vivimos en Argentina observamos los mismos hechos políticos con opiniones encontradas, por ejemplo. Es posible que  la experiencia individual sea compartida, pero aún en ese caso ¿hay alguna garantía de que el entendimiento es mayor al que puede tener un profesional entrenado? Lo ideal sería que los psicólogos hubiéramos padecido todos los trastornos existentes, pero esto nos incapacitaría para atender puesto que algunos alteran las facultades cognitivas.  De manera que si continuamos extendiendo y aplicando esta hipótesis, encontramos su refutación constantemente por todas las dificultades que su aplicabilidad representa, aún aquellas que rozan el absurdo.

No hay nada por hacer

A veces, el “No hay nada por hacer” es parte del problema, alcanzando su máxima expresión en la planificación e ideación suicida. Cuando los niveles de expectativa respecto del cambio son muy bajos, hay que notificar al paciente –evaluándolo- si está siendo objetivo, es posible que sí, que en verdad no haya modificación por realizar, pero en esos casos solo  podemos ayudarlo a aceptar lo inmodificable si consideramos que lo es.

Leer más sobre “no hay nada por hacer”

El sentimiento de frustración suele ser el paso  previo a las consultas; el hecho de no poder resolver por nosotros mismos algo que nos sucede/daña implica un impacto en nuestro autoconcepto. Cuando se viene de tratamientos donde no se obtuvo resultado, la desconfianza es mayor y legítima. La frustración acompañada del desconocimiento produce estados de indefensión, paralización, que impiden comúnmente considerar opciones de cambio; por eso también es frecuente que una mínima apertura de lugar a nueva información y aquello que parecería “inmodificable” pase a ser percibido como un problema clínicamente reversible. Algunos pacientes no conocen, y no tienen por qué, el diagnóstico de su problema. Hay casos, en los que ciertamente, poco podemos hacer y ese “poco” puede ser mucho para el consultante y su entorno. En cualquier caso, la terapia se inicia con el acuerdo del sujeto respecto de qué se hará y qué objetivos son alcanzables; este acuerdo consiste en las expectativas reales y en la explicitación ética por parte del terapeuta del pronóstico que realiza del caso.

¿Curarse o mejorar?  

Cambios paulatinos (adquisiciones de conducta, modificación de creencias, etc.) resultan de la instrumentación de intervenciones que se realizan en cada sesión. Lo primero que se percibirá entonces, es la mejoría, que por poca que sea  puede ser experimentada por el sujeto como un cambio profundo; cuando esto ocurre se le señala al paciente que el objetivo no se alcanzó, y que la sumatoria de mejorías arribará a una modificación mucho más radical que la que observa.

Leer más sobre “curarse o mejorar”

Como la terapia cognitivo conductual es un proceso dinámico, las mejorías van conduciendo a la curación durante el trabajo clínico. No hay “un día milagroso” en el que todo se modifica. Asimismo, durante la fase del tratamiento, la mejoría puede ser neutralizada momentáneamente por un nuevo conflicto en la vida del paciente o explicarse por el mal uso de las técnicas, en este sentido recordamos constantemente que  la modificación de conducta no es un camino recto donde todo es color de rosa. Nuestros consultantes suelen estar alertados de estos vaivenes posibles ya desde la primer sesión, es el modo más eficaz de anticipar emociones de euforia o frustración que pondrían al sujeto en una falaz encrucijada: “ya estoy bien” o “no voy a curarme”.

“Ayuda del entorno”

En algunas situaciones puede trabajarse con la familia, los amigos, la pareja de quien tiene el problema. El terapeuta puede orientar respecto de qué es conveniente hacer y qué no frente a la persona en cuestión, brindando información y herramientas claras. Cuando alguien inicia psicoterapia “previene” la agudización del conflicto, y se dispone a resolverlo. Sin embargo, prevenir a veces es intervenir para evitar el empeoramiento de la situación y luego poder trabajar fuera de la urgencia. El concepto de “prevención” es muy amplio, incluye, por ejemplo, la necesidad de evaluar a un niño cuando empieza a tener conductas que su maestra o familiares observan como extrañas o desadaptadas.
A continuación se señalan dos situaciones muy frecuentes de preocupación y consulta.

Cuando quien tiene el problema no consulta.

El “no paciente” podría presentar una conflictiva grave que ponga en riesgo su integridad psicofísica o la de terceros, o sencillamente ser alguien que no reconoce su problema (psicosis, demencias, trastornos alimentarios, etc.) o bien –reconociéndolo-rechaza la psicoterapia. Cuando el sujeto niega el problema, el entorno que visualiza la necesidad de tratamiento como necesaria y urgente sí  puede ayudar si está bien orientado, o con la mejor intención, agudizar el conflicto.  

Leer más sobre “cuando quien tiene el problema no consulta”. Intervención desde el entorno.

Es factible que algunas intervenciones por parte del entorno terminen conduciendo a la persona a tratamiento ( por ejemplo, si está dirigida a cuestionar la creencia en la que se apoya el rechazo a la terapia). En cada caso se evaluará el riesgo y las posibilidades de cambio: algunas personas con trastornos psiquátricos jamás reconocen su problema, en las adicciones por ejemplo es posible empezar trabajando otro tema y luego ir motivando a la persona hacia su relación con las sustancias adictivas. Cuando se trata de niños o adultos mayores es imprescindible trazar objetivos con la familia antes de evaluar al paciente o realizar una intervención. Por el contrario, puede ocurrir que la persona no acceda nunca a tratamiento o que la gravedad de la situación delimite soluciones más drásticas como la hospitalización y/o intervención legal.

Se trata, en todos los casos de diseñar cambios en el ambiente, sea a nivel de la comunicación, de los patrones vinculares, de cómo responden los otros a la situación-problema; es decir, se entrena a quien sí ha consultado para que con su conducta pueda generar modificaciones. En este entrenamiento se incluye un factor fundamental: la aceptación de lo que ocurre. El nivel de aceptación permite mejorar la ayuda y no desatender la propia individualidad, que muchas veces se encuentra dañada por la excesiva preocupación.
Entendiendo que no existe sujeto aislado, trabajar con el entorno es también trabajar con quien, por el momento, no reconoce el problema o bien decide – o no puede- consultar por sí mismo.

El suicidio ¿Se puede evitar?

Muchas personas creen que no pueden ayudar a quien ha intentado suicidarse o manifiesta querer hacerlo. Suele decirse que nadie puede evitar el suicidio, que no debe hablarse de él, que la persona “manipula”, que los suicidas no avisan, etc. Todas estas frases constituyen una mitología que consolida los sentimientos e ideas que conducen al suicidio y la inactividad del entorno. Se ha comprobado que todo suicida da señales del riesgo, y que una intervención hecha a tiempo puede salvar su vida. Hoy sabemos que sí puede evitarse el suicidio.

Leer más sobre comprensión y ayuda al sujeto con ideación y plan suicida

Cualquier conducta proveniente de nuestra lucidez que daña nuestra integridad termina siendo un tema polémico a nivel legal, psicológico, familiar. Pero no es polémico el deseo de querer conservar la vida de los seres que amamos, y es en ese sentido que podemos obrar conociendo qué es bueno hacer y qué no. El mínimo indicador suicida demanda trabajar en urgencia con el paciente y su grupo familiar. En algunos trastornos, no solo en la depresión, puede existir riesgo de vida; hay que ser cuidadoso en la presunción de que el plan suicida responde a patologías ya instaladas, porque no siempre es así.
 Además de ideas asociadas a la muerte, la existencia real de intentos previos o planificación del suicidio señalan la necesidad de intervención inmediata. Por eso evaluamos en la primer consulta el grado de riesgo indagando cuáles son todos los factores implicados. Una serie de estrategias terapéuticas adecuadas y a tiempo pueden impedir el suicidio, y generar las condiciones para comenzar a trabajar la problemática que conduce a esa única “solución”. Sí, “solución”, posiblemente sean las personas con ideas de muerte quienes más entiendan esto; el sentimiento de haber agotado alternativas de resolución a conflictos de diversa índole, hace que estas ideas sean una “salida” al sufrimiento extremo. Cuando el sujeto está inmerso en la ideación o plan suicida, no puede visualizar en soledad opciones vitales que impliquen la preservación de su vida. Sin comprender este proceso
es imposible dar contención y herramientas coherentes a quien tanto está padeciendo. 

¿Cómo saber si la terapia servirá?

La terapia no debe ser “una apuesta a ciegas”. La “promesa” o “garantía” de eficacia no puede pasar por la palabra del terapeuta, hace a la idoneidad profesional y a la ética informar al paciente de los estudios disponibles, de las investigaciones que dan evidencia de efectividad y eficacia respecto de su sintomatología. Se sugiere, antes incluso de la primer consulta, buscar información que responda este interrogante. De otro modo, la utilidad del tratamiento queda reducida a la cita de autoridad “si el terapeuta lo dice, así ha de ser”; en quienes nunca han hecho terapia, es posible que el mero comentario del psicólogo sea suficiente. Pero lejos de esto están los sujetos que han hecho tratamiento durante años y necesitan información objetiva para, ya no “apostar”, sino iniciar un trabajo activo que comienza con el recabo de información. Este sitio intenta aportar algo de las investigaciones actuales para quienes están en tratamiento o desean iniciarlo. “La lógica” cognitivo conductual permite que el sujeto comprenda las fuentes de malestar y el por qué de la elección de una técnica u otra para su caso. Lo que se reproduce en el estudio de Chambless en esta web, solo pretende socializar uno de los grandes avances en nuestra disciplina sobre la utilidad demostrada de las intervenciones psicológicas.

Duración  de la terapia

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Trastorno
Límite

En www.psicomed.net
/trast_pers_08/tdc_
pres .ppt
El promedio general son seis meses de tratamiento. Pero sin haber evaluado un caso particular, su severidad y posibles trastornos, no podemos aventurar tiempos fijos. El margen de variación temporal depende  del problema que motiva la terapia, pudiendo resolverse solo en algunas sesiones, o estirarse a más de un año (como en el  trastorno límite de la personalidad, por ejemplo). Los sujetos muy comprometidos con la terapia, que “entrenan” entre las sesiones con lo pautado, suelen acortar el tiempo de trabajo clínico.

Primera entrevista y/o admisión

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Prisioneros de
la evitación
La decisión de comenzar una terapia es delicada. Puede dilatarse por mucho tiempo y las razones pueden ser varias, una de tantas es la “evitación” concreta de suponer que es mejor no afrontar lo que ocurre. Algunos factores inespecíficos (como la relación con el terapeuta) pueden ser fundamentales a la hora de tomar una determinación. Por esto se sugiere una primera sesión, para evaluar la conflictiva y otorgar una devolución directa y personalizada de tratamiento.

Leer más sobre primera entrevista y/o admisión

Luego de animarse a un primer encuentro, será más sencillo decidir porque se conocen todos los elementos: quién dirigirá la terapia, qué se hará, cuánto tiempo ha de llevar, cuáles serán los objetivos a alcanzar, más todas las respuestas a las  dudas que se despierten en el consultante sobre su problema y abordaje cognitivo conductual.

En la primer entrevista se realiza lo que llamamos “admisión”. Es posible que el consultante esté decidido a comenzar y que se conversen opciones de derivación a otro colega del equipo terapéutico (esto puede suceder por razones de disponibilidad horaria, entre otras causas). Las derivaciones así como las próximas consultas se pautan en el momento en el que el sujeto explicita su deseo de iniciar la terapia, sea en este primer encuentro o días después en forma telefónica. 

 
    © Licenciada Laura Galasso
Argentina. Buenos Aires.
Tel. (54-11) 4 903 2268, solo mensajes, las 24hs.
M.N. 32 120-Psicóloga clínica
Especialista Cognitivo Conductual
Directora ECCOT - Equipo Interdisciplinario y Psicoterapéutico
     
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